12/11/2012 por Paulina Ramírez
Todas las mujeres las hemos sentido. En forma de certeza, o de fuerza que sacamos de no se sabe dónde, o en momentos de lucidez que nos sorprende hasta a nosotras mismas. Todas hemos vivido instantes tremendamente feroces, tiernos, o lúcidos. Todas, alguna vez en la vida, hemos tenido contacto con nuestra diosa. Esa diosa lleva nuestro nombre y se hace preciso, ahora más que nunca, que la honremos dentro de nosotras mismas, que es donde ebulle y vive.