Publicado el 19/09/2012 por Iluminada Madrid
Ahora que está a punto de empezar un nuevo curso escolar quiero contar aquí el renovado optimismo con el que me enfrento a este nuevo desafío. En verano me he reencontrado con algunos profesionales de la enseñanza (también he conocido a otros nuevos), en un curso formativo que he realizado del 4 al 13 de agosto. El programa SAT en una buena escuela donde formar personas que luego apliquen su filosofía en sus profesiones. Para mí ha sido un regalo descubrir que cuando un grupo está interesado y se toma en serio su labor, se pueden buscar alternativas educativas que palien el desencanto que cunde en muchos momentos.

¿Qué falla en el Sistema Educativo?
En este caso, lo novedoso no fue el contenido sino la forma. El penúltimo día del curso se dedicó parte de la sesión matutina a intercambiar experiencias. Ante la pregunta de: ¿qué es lo que no te gusta del Sistema Educativo?, la respuesta fue unánime: la evaluación, la búsqueda de resultados. Eso es algo en lo que todos estuvimos de acuerdo. Una enseñanza que sólo fije medidas cuantitativas está condenada a deshumanizarse y a fracasar. Ante esta perspectiva, el director del curso, C. Naranjo, nos habló de la poca confianza que tenía en que las administraciones educativas apostasen por una educación más acorde con las necesidades emocionales y vivenciales de las personas. En su larga trayectoria profesional ha luchado por ello y ahora que la incredulidad se hace patente lo que sí quiso fue escucharnos, animarnos y apoyar cualquier iniciativa que suponga la pervivencia de sus enseñanzas (desde la Fundación que él dirige ya hay propuestas al respecto y allí se nos animó a compartir las nuestras).
Ante este voto de confianza, surgieron las voces de todos nosotros. Seguro que algún nombre me dejo, pero quiero dedicar unas palabras a todos y cada uno de los que hablaron y también a los que callaron y escucharon. Todos estábamos representados: desde la enseñanza obligatoria y el bachillerato, a la enseñanza universitaria; sin olvidar la Educación Social, la Psicología o la Antropología y, lo más importante, desde la aportación de los padres y madres que había.
Los protagonistas de este escrito
Si tengo que empezar por algo, me gustaría recoger un primer sentir de queja y recriminación. Después llegaron otras intervenciones más prácticas: Eduardo, desde las lenguas clásicas; Luís desde la Educación Física; M. Luisa desde el Departamento de Orientación, Alejandro desde la intervención con adolescentes sujetos a medidas judiciales; Luís Carlos, desde su puesto en la universidad murciana o Artemia, con sus ganas de seguir con la antropología, en esa misma enseñanza universitaria y que ahora se dedica a dar cursos a jueces de su país, México. ¡Cuánta variedad y qué riqueza!
Fue Urko quien, definitivamente, nos hizo despertar y poner los pies en el suelo: Los de aquí atrás nos aburrimos con vuestras quejas - dijo. Sin embargo captáis nuestra atención cuando contáis vuestro día a día. Y habló de la despedida de fin de curso de Jordi. Y claro, Jordi tuvo que contársela a Claudio (qué gusto poder tutear así a alguien tan especial y entrañable). Aquí os dejo su ejemplo.
Esta mañana me he despedido de mis alumnos y quiero contaros como lo he hecho. Los he reunido a todos en una aula y en primer lugar les he dicho las palabras mágicas del Hooponopono. Ahí nos hemos puesto blanditos, blanditos. Después les he puesto el vídeo de Claudio de la mata de tomate (me ha alucinado cómo han quedado hipnotizados escuchándole) y después... pues eso, les he regalado a cada uno y a cada una, una mata de tomate en una pequeña maceta con mensajito individual incluido en forma de tarjetita-aforismo. Y lo he hecho delante de mis colegas de trabajo, para dar ejemplo... Ha sido bonito y emocionante. Nos vemos pronto. Un abrazo
Claudio Naranjo, Psiquiatra, profesor y fundador del programa
SAT y de la Fundación Claudio Naranjo, considerado como uno
de los grandes maestros contemporáneos en vida.
Y siguió el río: Raquel, Nieves, Lluís, que con todo su desencanto, es capaz de hacer Hooponopono con sus alumnos; Marisol con la Filosofía; Victoria, con el Dibujo y Antonio con la Música, ambos desarrollan esa parte artística que tanta falta hace y que tanto se olvida. Quizás si la enseñanza se centrase en ese disfrute nos estaríamos hablando de fracaso escolar o de medidas de refuerzo.
Y los que no hablaron: Pilar, en su PCPI; Isabel, en la escuela rural, Vicente, Marije, Anna, Montse, Carmen y un largo etcétera. Entre ciento cuatro personas había muchísimas interesadas. Porque una novedad para mí fue la intervención de los padres y madres. Itzíar y Mónica nos hablaron de sus aportaciones a los centros de enseñanza de sus hijos y cómo desde las asociaciones de padres y madres se pueden poner en práctica todo tipo de iniciativas.
Ellos y ellas son los protagonistas de este escrito porque, desde mi punto de vista, desarrollan una labor educativa muy acorde con lo que yo intuyo que es la enseñanza.
Los maestros enseñan, los padres educan
Llevo un tiempo elaborando una idea que me permite enfocar la educación desde otro ángulo. Cuando era una estudiante de Magisterio me dieron un consejo que entonces creí y que hoy me parece un craso error: “Los maestros enseñan, los padres educan”. Desde mi punto de vista, todos educamos: madres, padres, vecinos, amigos, asociaciones, voluntariado, familiares, maestros, conocidos, desconocidos… Abogo por una educación integral del individuo, pero no la que se vende en las sucesivas reformas educativas de despacho, sino aquella que trabaja para el mañana y que no espera resultados inmediatos. Educar es invertir en futuro y es, a la vez, para mí, una lección de humildad. Por utilizar un símil, todos sembramos para que otros recojan, o lo que es lo mismo, damos sin esperar nada a cambio. Estas afirmaciones no son palabras vacías, no lo son si se toman como objetivo de vida Así que eso quiero hacer a partir de ahora. Si utilizo la frase de T. Sanromán: “Uno no sabe lo que sabe hasta que lo dice”, lo que yo quiero decir aquí es que me ha llegado la hora de poner en práctica lo que sé a donde vaya.
Aprendemos de aquellos a los que queremos
Y lo que sé es que aprendemos de aquellos a los que queremos, por lo tanto, el truco está en acercase desde la afectividad, viendo en el otro a la “personilla” única que todos deseamos ser. Es más simple de lo que parece. En el SAT se aprende (y se vivencia) que todos venimos al mundo como resultado de un acto de amor. Partiendo de eso, creo que lo que hace falta es seguir promoviendo ese amor extendiéndolo a todos los rincones de nuestra vida.
Reconozco que puede parecer una idea abstracta, pero ahí entra la creatividad y la motivación de cada cual. De ambas cosas sobra en estos tiempos que corren. Si se puede sacar algo bueno de toda esta “debacle social” es eso: la posibilidad de cambio; la apuesta por otros modelos; la vuelta a lo instintivo; la recuperación de la compasión humana y de la alegría. Creo que todo eso cuaja a nivel individual y luego puede hacerse extensivo. Confío en ello y en el día a día y en la paciencia. Por eso he querido poner el ejemplo de todas y todos los profesionales con los que he compartido mis vacaciones y por eso también estoy convencida de que las sabias palabras de Claudio Naranjo pueden extenderse a cualquier colectivo, a cualquier persona, a cualquier momento: “La felicidad es un estado amoroso”. No creo que haya mejor propuesta de futuro. Ahora mismo, aplicar esto a la enseñanza, me parece lo más sano que puede hacerse si queremos honrar a nuestras futuras generaciones.