Publicado el 14/02/2012 por Vicente J. Martínez
Representantes e incitadores del sufrimiento humano… del mal… ejercen su función de manera muy sutil, y esto sí que da miedo. Desde que pude satisfacer la curiosidad que sentía por ellos me los suelo encontrar con mucha frecuencia en terapia y en mí mismo.
Algunos Párrocos de la ciudad me comentaban que eran la misma representación, el mismo personaje… entonces por qué utilizar diferentes nombres para un mismo personaje? Os explico hasta donde he podido llegar.
El Diablo
El Diablo vendría a ser lo que en Terapia Gestalt llamamos el perro de arriba, el opresor, tiene que ver con la relación neurótica que tenemos con nosotros mismos, es la vocecilla con la que nos criticamos, con la que nos culpabilizamos y nos ponemos en contra de nosotros mismos, nos dividimos, es el causante de la dualidad, de las polaridades, de las alienaciones, el come cocos… el causante del conflicto interno. Y claro… de todo el sufrimiento que esto nos conlleva, y es tan grave que nos puede llevar al suicidio real o en vida. Lola Alberola habla muy bien de esto en su entrada de blog, “Hay muchas formas de suicidarse”.

El Demonio
El Demonio se pone en juego en la relación con el otro. Digamos que el Diablo es hacia dentro y el Demonio hacia fuera.
Es la agresión dañina y sutil o no tan sutil al otro, esa que tanto cuesta asumir, son las ganas de que al otro le vaya mal, bien por envidia, orgullo, avaricia, por egoísmo… así nos impedimos ver al otro como a nosotros mismo.
Satanás
Satanás, el príncipe del mal absoluto, del mal como finalidad. Yo me lo imagino como el Maestro quien sentado en el centro tiene a su derecha al Demonio y a su izquierda al Diablo… sus discípulos.
El que adormece la conciencia, el que tapa los ojos de la conciencia, es el enemigo a batir… y aquí entra el trabajo terapéutico… en poner conciencia en cómo somos Diablo para nosotros mismos y cómo somos de Demonio para el otro, responsabilizarnos de ellos (habitan en nosotros) y de sus consecuencias. Y en fiarnos del cuerpo que nos deja esa toma de conciencia, de aceptar la sensación y la emoción que resulta de este darse cuenta… dejando que la autorregulación organísmica haga lo suyo. Os remito a la entrada de blog de Fernando Alcina, “¿Puede la actitud Gestáltica mejorar la Salud Emocional?” donde expone claramente las consecuencias de la aceptación.
La conciencia en su más amplio espectro sería como la otra cara del mal, el camino hacia la salud emocional, el antídoto del sufrimiento.

Agradecimientos
Para terminar quiero agradecer a Juanjo Albert, director del Instituto de Psicoterapia Emocional y Técnicas de Grupo de Alicante, la correspondencia mantenida vía mail y su disponibilidad para mis dudas.