Publicado el 27/09/2011 por Paulina Ramírez
Desde el punto de vista de la Terapia Gestalt, todos somos neuróticos. Cual más cual menos, llevamos un escenario y un personaje a cuesta. Y no nos engañemos, es el personaje quien nos dirige a nosotros y no al revés.
Igual que en un escenario
Finges tu dolor barato
Tu drama no es necesario
Ya conozco ese teatro*
La máscara
Frizt Perls definía la neurosis como un trastorno del crecimiento y agregaba que ningún ser viviente, exceptuado el ser humano, se impedía a sí mismo el crecer, el madurar.
Los neuróticos representamos un papel de forma más o menos consciente, según el grado de atención que cada uno tenga de sí mismo. En definitiva, llevamos una máscara. Ya en la antigüedad, los griegos lo decían, persona significa literalmente máscara y eso nos lleva a dar una falsa imagen de nosotros mismos, y no sólo al resto.
Es aquí donde comienza nuestro teatro y se abre el telón de lo que queremos que los demás vean o dejen de ver. La construcción del rol consume mucho tiempo y energía, somos hábiles y reactivos, no nos pillan tan fácilmente y salimos satisfechos tras cada “batalla” que creemos ganar. El problema es que dicho rol se vuelve verdadero hasta para nosotros mismos y al final somos incapaces de diferenciar las fronteras entre la construcción ficticia y manipuladora y la sin máscara.
Lo tuyo es puro teatro
Falsedad bien ensayada
Estudiado simulacro*
El discurso de la máscara
Siguiendo la teoría, ya no sólo de la Terapia Gestalt, sino que de vertientes Humanistas y Psicoanalíticas, la construcción de este “simulacro”, viene desde nuestra infancia y adolescencia, etapas del desarrollo en las que aprendemos que es muy doloroso caer en la frustración de no poder controlar a los demás para que satisfagan nuestras propias necesidades. ¿Cuál es la estrategia entonces? Manipular. Moviendo hilos, evitamos la frustración y obtenemos lo que queremos. Sin embargo, no hay que perder nunca de vista que los otros hacen lo suyo. Quizás yo manipule a través de la indiferencia o haciendo sentir al otro culpable, pero el otro me manipula a través de su dependencia de mí, y ¡los dos caemos porque nos conviene!
Es aquí donde entra de lleno la palabra responsabilidad, pues somos nosotros ahora, de adultos, los que seguimos repitiendo el patrón de manipulación y es eso, básicamente, lo que nos impide crecer.
Creemos que vivir sin roles nos hará vulnerables y frágiles. Esa es otra falsedad: la máscara no nos hace fuertes. Pensar que tener un rol nos evita el dolor en nuestra relación con los demás, es como creer que una ballena que se finge kril, un crustáceo parecido a la gamba, para que no la capturen los japoneses saldrá victoriosa.
Llevar una máscara simplemente nos hace falsos, no nos protege. Y esa falsedad alimenta la ilusión de que podemos controlar. ¡No señor!, manipulamos, que no es lo mismo. Lo hacemos sin hacernos cargo de lo que realmente necesitamos y ese es el fondo de todo. Necesitamos cariño o atención y manipulamos, sentimos rabia y ponemos una sonrisa, nos atrae alguien y no le miramos, tenemos hambre y engañamos al estómago con un yogurt. Y un largo etc.
Yo confiaba ciegamente
En la fiebre de tus besos
Mentiste serenamente
Y el telón cayo por eso*
Sacándonos la máscara
Si nos prestásemos más atención y no fuésemos tan fóbicos de nosotros mismos podríamos escuchar.
En mi experiencia personal, la evitación de mí misma está alimentada por la fantasía catastrófica de que lo que viene será peor, es decir, cuando me duele la cabeza creo que tengo un tumor cerebral. Esto puede ser cierto o no, pero evitar el dolor no hará que disminuya, ni el dolor, ni el supuesto tumor.
Al prestarnos atención, oiremos dos mensajes aparentemente contradictorios: el primero es que lo que escuchemos nos causará dolor, ira, vergüenza, amor, compasión, alegrías etc. y el segundo es que estamos perfectamente capacitados para resistir todas esas emociones. Esto es a lo que Perls llamó atravesar el impasse: experimentar la angustia de vivir sin roles, sin teatro, sin manipulación ambiental y sin la tremenda alienación de mí.
Escucharnos nos pone en evidencia el rol que representamos y no hay vuelta atrás. Podemos hacernos los sordos, posponer el mensaje (ahora no tengo tiempo para esas “tonterías”), o desconfiar de nosotros mismos, pero la próxima vez que actuemos no nos pasará tan desapercibida como pretendemos. Y ese es el aprendizaje necesario para romper el cascaron y hacernos adultos, que en definitiva no es otra cosa que hacernos cargo de nuestras necesidades emocionales, económicas, espirituales, físicas,…; y satisfacerlas.
Referencias
Perls F. , (1974). Sueños y existencia. Chile: Cuatro Vientos.
* Teatro: bolero compuesto por Tite Curet Alonso e interpretada magistralmente por la La Lupe.