Publicado el 17/04/2012 por Teodoro Sanromán
No hay situaciones insoportables sino personas que no soportan situaciones
Por insoportabilidad no me refiero a una situación. Ninguna situación es en sí misma insoportable. Es necesario una persona que experimente una situación para que la designe como insoportable. Pero lo que realmente ocurre es que la persona no puede soportar la situación. Sin darse cuenta de esto, cree firmemente que es la situación en sí misma la insoportable y escapa de ella. No obstante, puesto que no puede escapar de sí misma, de sus propias sensaciones desagradables ante determinada situación, volverá a experimentar nuevamente malestar, una y otra vez, en el futuro; tan pronto se presente nuevamente la situación. Un círculo vicioso que garantiza la perpetuidad del malestar.

El caso de Leonor
En cierta ocasión Leonor, abogada de unos 50 años, me contó que en los días previos a nuestro encuentro había experimentado cierto malestar, del que ya se estaba reponiendo. Este era el modo habitual en que se expresaba al inicio de nuestras sesiones. Es decir, frecuentemente manifestaba sentirse casi recuperada de sus malestares previos. Yo, también como de costumbre, le pregunté qué le había ocurrido. Ella me contó que al comunicarle a su pareja la confirmación de su traslado a una ciudad cercana a la de residencia de éste no le percibió contento, y debía estarlo, pues suponía que, por fin, podría dormir con ella todas las noches y no sólo los fines de semana. Motivo por el cual, con disimulado enfado y dándole a entender que no le afectaba su falta de alegría, le expresó: "ahora vas a tener que decidir si deseas dormir conmigo todos los días" para ponerle contra las cuerdas. Aunque en ese momento su pareja no reaccionó, según me contó Leonor, llevaba unos días sintiéndole distante en sus conversaciones telefónicas.
La insoportabilidad de Leonor
Quizás sientas pena por la falta de alegría expresada por la pareja de Leonor al recibir la noticia del traslado de ésta. Si es así te has aliado con Leonor y puesto en contra de su pareja. Has asumido que éste debió alegrarse. Lo has hecho, además, sin saber si su pareja se alegró o no. Sólo sabes que Leonor no sintió la alegría de éste. Piénsalo un instante.
Te explico. La narración de Leonor en realidad no dice nada acerca de su pareja, sólo habla de ella misma. Concretamente que necesita sentir a su pareja contento por su traslado, algo que para ella no ocurrió. En realidad no sabemos cómo su pareja lo vivió. Para saberlo tendríamos que preguntarle a él. Pero esto no es necesario. Tampoco a Leonor en realidad le interesó qué impacto tuvo su noticia en su pareja. Lo que le importó
es que no respondió como ella necesitaba y esperaba.
Pregunté a Leonor qué significó para ella la falta de alegría de su pareja. Después de unos minutos de silencio se emocionó y dijo: "que no me necesita". Entonces le pregunté que cómo el imaginar eso de su pareja le hacía llorar, y respondió: "podría abandonarme". Lo cual me sorprendió pues en ese momento recordé que su respuesta al no percibir su alegría fue de enfado, no de dolor. Le expresé mi sorpresa y le dije que mi impresión era que tenía que esconder su miedo. De repente su llanto se intensificó y entre sollozos asintió con la cabeza y un poco después concluyó: "no puedo soportar la idea de necesitarle y no tenerle".
De la insoportabilidad a la manipulación
Tras su última afirmación Leonor comprendió súbitamente que en sus relaciones sentimentales siempre actuó para sentirse necesitada por su compañero y eludió verse a sí misma necesitada de ellos.
Además, en las siguientes sesiones Leonor pudo advertir un patrón de comportamiento que se había manifestado a lo largo de su vida con sus diferentes parejas y del que nunca había sido consciente. Se dio cuenta de cómo cuando sus diferentes parejas se comportaban de un modo en que ella se sentía no tenida en cuenta, en lugar de hacerse cargo de su malestar les manipulaba -véase Psicología de la manipulación- y les exigía inmediata presencia. Lo que conseguía, unas veces, con un fuerte enfado, acusándoles de desconsideración hacia ella y amenazándoles con privarles de su compañía. Otras veces, en cambio, en lugar de mostrarse agresiva se mostraba seductora y complaciente para convencerles de que la mejor opción era ella. Todo siempre con el mismo fin de no encontrarse en situación de necesitarles y no tenerles disponibles.
A partir de este momento Leonor pudo aprovechar nuestras sesiones para encontrar el modo de hacer soportable su insoportabilidad, tema que trataré en futuros artículos; y, de este modo, por una parte, mejorar su experiencia de sí misma al no tener que escapar de sus propias sensaciones; y, por otra parte, mejorar su experiencia con otros al poder estar en la relación más honesta sin necesidad de manipular.
Conclusión
Leonor no es una excepción sino la norma. Todos en determinadas situaciones de la vida cotidiana no nos soportamos a nosotros mismos. Cuando esto ocurre habitualmente encontramos alguien cerca a quien culpar de nuestro malestar. Entonces, irremediablemente, nuestra insoportabilidad nos lleva a manipular a esta persona para que se comporte como necesitamos y así aliviarnos. De este modo, en lugar de hacernos cargo de nuestro malestar y cuidarnos a nosotros mismos, para sanar, quedamos a merced del otro, que a partir de ese momento, por nuestro bien, ya siempre debemos controlar. Así, inadvertidamente, convertimos a quienes queremos en potenciales amenazas y la relación con éstos en una experiencia ambivalente de sabor agridulce, en el mejor de los casos.