Publicado el 10/12/2012 por Teodoro Sanromán
Estoy seguro que en alguna ocasión has reaccionado con un malestar desproporcionado en relación a los hechos que han disparado tu respuesta. Quizás te has enfadado, o deprimido, más de lo que aquellos que te rodean pueden comprender. Y, en consecuencia, habrás escuchado frases del tipo: mira que eres delicado, contigo es que no se puede hablar, qué barbaridad no es para tanto, si me imagino cómo ibas a ponerte ni lo insinúo.
¿Qué has hecho entonces? ¿Has justificado tu reacción? Apuesto que sí lo has hecho. Es más, creo que lo has hecho incluso a pesar de que en alguna ocasión, al mismo tiempo que te defendías, pensabas que te habías excedido.
Si te ha ocurrido esto tienes un problema de susceptibilidad, derivado de una insoportabilidad de la cual puedes no ser consciente -véase Psicología de la insoportabilidad- y además, en consecuencia, es posible que estés manipulando a aquellos con quienes te ocurre -véase Psicología de la manipulación-, también sin darte cuenta. Así que más vale que comprendas todo esto pues estás creando las condiciones para que tu vida no sea precisamente feliz, más bien todo lo contrario, caminas en la dirección de experimentar aún más malestar en el futuro. Sin darte cuenta de este modo estás dañando tus relaciones. No esperes a darte cuenta cuando las hayas perdido.

El caso de Eli
Conocí a Eli cuando acudió a mi consulta. Tenía algo más de 60 años. Se sentía muy deprimida. Según me contó había perdido la atención de una persona que durante varios años había sido su confidente y guía. Ahora esta persona no la tenía en cuenta como antes y, en cambio, se volcaba en atenciones hacia una amiga común. Cuando se reunían los tres, algo que ocurría con cierta frecuencia, Eli lo pasaba fatal al sentirse excluida de las conversaciones y miradas.
La susceptibilidad de Eli
En uno de nuestros encuentros semanales pregunté a Eli qué le impedía retirarse de esas situaciones que tan incómodas eran para ella. Inmediatamente adoptó una expresión de contrariedad en su rostro e imaginé que nunca contempló tal posibilidad. Me sentí triste. Unos larguísimos segundos después Eli, indirectamente, me dio la razón cuando únicamente pudo responderme: "constantemente me esfuerzo en hacer lo posible para que todos se sientan cómodos con mi presencia". Inmediatamente Eli, inmóvil aparentemente, se replegó internamente, su mirada perdió toda presencia y dos lágrimas recorrieron rápidamente sus mejillas. Comprendí, de este modo, que Eli era muy susceptible a no ser tenida en cuenta, no podía aceptar tal posibilidad. Cuando en alguna situación no se sentía tenida en cuenta se quedaba atrapada intentando desesperadamente ser aceptada.

La insoportabilidad de Eli
Eli no tardó en darse cuenta de que sentirse no tenida en cuenta le resultaba sencillamente insoportable. De hecho, descubrió que cuando se veía ante tal situación experimentaba una desagradable sensación que únicamente era capaz de describir con la analogía de sentirse en caída libre en la oscuridad. Así, toda su conducta giraba, sin darse cuenta, en torno al miedo ante tal posibilidad, esforzándose por evitarla.
La evitación de Eli
La experiencia de sentirse en caída libre era tan insoportable para Eli que no podía dejársela experimentar. Por esto Eli no podía aceptar ser rechazada. En su experiencia solo tenía cabida ser aceptada y en ello ponía todo su empeño. El verdadero problema de Eli era la limitación que ella misma imponía a su experiencia.
La manipulación de Eli
En algún momento de su vida Eli creyó que sólo mostrándose servicial y disponible podía mantener alejada de su experiencia la sensación de ser rechazada. Sin darse cuenta de ello comenzó a adoptar una actitud de agradar, desconectada de su verdadero sentir, que poco a poco instauró como forma de vida. Sin embargo, la creencia de Eli era errónea. De hecho su necesidad de agradar provocaba en algunas personas un fuerte rechazo. Cuando su estrategia fallaba entraba en crisis pues sólo podía ya eludir su sensación de estar en caída libre enfadándose con quien creía que la rechazaba sin poder dejar de agradarle o deprimiéndose decepcionada con el mundo y con la vida.

Verdaderos positivos
Cuando Eli acudió a mi consulta se sentía ignorada por quien había sido su confidente y se sentía muy deprimida. Aunque posiblemente la percepción de Eli de ser ignorada era real su reacción depresiva tenía que ver con su insoportabilidad y no con el comportamiento de la persona de la que anhelaba atención. Eli era incapaz de aceptar que ahora no era ella el centro de atención de esta persona.
Falsos positivos
Además comprendió que su susceptibilidad le había jugado malas pasadas cuando recordó que en el pasado reaccionó de forma parecida con otras personas de las que también percibió falta de interés hacia ella sin que verdaderamente fuera así.
La solución de Eli
Poco a poco Eli y yo fuimos profundizando en su dificultad de sentirse rechazada al tiempo que nuestra relación se hacía más íntima. En uno de nuestros encuentros Eli me contó otro momento importante de su vida en que se sintió rechazada y deprimida como en el momento presente. Mientras lo hacía se sintió temblar y con frío. La rodeé con una manta y tomé su mano. Estaba fría. La mía cálida. Tomé su otra mano y dejé las suyas entre las mías para darles calor. Me miró y con miedo dijo: "me siento caer en un oscuro vacío". A lo que respondí: "estoy contigo, déjate caer donde quieras". Entonces rompió en un llanto profundo. Era la primera vez que se permitía esta experiencia. Entre idas y venidas de llanto permaneció en este estado unos veinte minutos. Después se recuperó progresivamente y se sintió finalmente renovada. Fue el principio del fin. Había roto el tabú. Se había podido entregar a la experiencia que le producía sentirse rechazada en lugar de evitarla. Una nueva perspectiva de libertad se le hacía accesible. Al fin y al cabo sentirse rechazada era algo que podía atravesar.