Tenía pensado titular este blog “Escucha y Autorregulación”, y pensando sobre esto llegaba a la conclusión de que es la conciencia de saberse escuchado la que facilita la autorregulación organísmica, junto con el ejercicio por parte del que habla de estructurar, dar forma y coherencia a lo que se quiere transmitir, así que prefiero este título.

Quiero compartir un encuentro que tuve con un hombre, del cual no supe su nombre, allá por el mes de Junio del año pasado. Fui con un íntimo amigo por el que siento un amor profundo al P.N. de Cabo de Gata-Nijar, como de costumbre... Una de las tardes fuimos al cortijo de la Luna, un lugar donde en ocasiones hacen conciertos en Petit Comité, con un personal de lo más variopinto. Estando sentados en una especie de sofá cama, al solecito, se acercó un hombre de unos 50 años de edad y puso algunas de sus cosas sobre la mesa. Al poco comenzó a hablarnos y creo que empezó a coger confianza. Me parecía un hombre muy inteligente y hablaba de todo, estaba recorriendo el mundo y llevaba por allí unos meses, el caso es que hablaba y hablaba y pasaba de un asunto a otro como los anuncios de T.V. era infinito. No me sentía con necesidad de escucharle y al mismo tiempo le escuchaba, por lo que apenas hacía algún que otro comentario. Mi amigo estaba de los nervios, no entendía cómo podía estar ahí, así que se iba y venía. Comencé a sentirme entusiasmado por cómo cambiaba de tema, cual sería el siguiente, cómo se entretenía con el vuelo bajo de las gaviotas que esa tarde pasaban, le encantaban!! Comencé a sentir una especie de sonrisa interior por todo esto, al mismo tiempo que se despertaba en mí una sensación de soledad y tristeza para la que no encontraba explicación. Me dejé llevar y me entregué en silencio al atardecer y a su discurso. Poco a poco aquel hombre comenzó a decirme… no sé qué me pasa, paso de un tema a otro… y seguía con sus cosas. Y otra vez repetía… paso de un tema a otro… mientras observaba que se movía con inquietud cuando decía esto. Algo le estaba ocurriendo. El atardecer dio paso a las primeras horas de la noche y decidimos irnos, así que me despedí de él y fue aquí mi sorpresa. Aquel hombre comenzó a emocionarse y a darme las gracias, gracias gracias repetía con la mano en el pecho, un agradecimiento que me costaba digerir. De vuelta a Las Negras y hablando con mi amigo, interpretaba que aquel hombre debió sentirse escuchado, y que quizás pudo darse cuenta de un modo más íntimo de su dispersión, y quizás también acercarse un poco a lo que había debajo de esa dispersión, no lo sé… son interpretaciones insisto, es mi hipótesis, o quizás sintió un encuentro íntimo conmigo, a saber. El caso es que su agradecimiento me acarició el corazón, algo debió ocurrirle, y a mí.
La escucha tiene doble dirección, hacia lo del otro y hacia lo de uno. La soledad y la tristeza que mencionaba más arriba la sentía yo, por lo tanto tiene que ver conmigo, y dependiendo de cómo me maneje yo con esto podré estar más o menos presente en el encuentro. No sé qué de su discurso fue el estímulo de mi sentir, y me pregunto cómo andaría él de soledad y tristeza cuando tan emocionado estaba al despedirnos. Hoy me emociona su recuerdo y aún revivo aquellas sensaciones.